«Ángel y demonio». Me refiero con esto a unos conceptos muy interesantes provenientes de la cultura china. Ésta utiliza la nomenclatura de “Yi” y “Xin”.
El “Yi” lo entienden como juicio, pensamiento racional, inteligencia, sabiduría, claridad mental, conciencia. A mi me recuerda al “angelito” que aparece en los dibujos animados cuando un personaje debe tomar una decisión.
Por otro lado encontramos el “Xin”. Su traducción literal corresponde con el órgano del corazón. Como todas las palabras chinas, cambian según el contexto y las palabras que le acompañan. Una de sus múltiples acepciones corresponde con “la mente del corazón” (“Shen Xin”). En esta cultura se distingue entre el corazón que “late” y el corazón que “siente”. Cuando el contexto es emocional, se deduce que con esta palabra nos referimos a “la mente del corazón”. Como paso a explicar, este concepto corresponde al “diablillo” que se le aparece a nuestro personaje sobre el otro hombro a la hora de decidir.
Cada uno de nosotros y nosotras, en general, tiene más desarrollada una de estas facetas. En el mundo artístico (música, danza, pintura,…), lo más usual es encontrar individuos con un acentuado desarrollo en lo que se denomina “mente emocional”. Son personas creativas, pasionales y apasionadas, viscerales, intuitivas… Por otro lado, en contrapartida, en el mundo de las leyes, por ejemplo, es frecuente encontrar individuos más pensantes, meticulosos, serios, racionales que en el argot de medicina china y Tai chi denominamos individuos de “mente inteligente”.
Por supuesto lo que acabo de hacer es generalizar. No debemos incluir a todos los músicos en el saco del “Xin” ni a todos los abogados en el saco del “Yi”. Afortunadamente, en todas las disciplinas y oficios existen muy buenos y buenas practicantes y profesionales que aprovechan perfectamente sus cualidades, sean éstas más propias del “Xin” o “Yi”, respectivamente. Cada una de las dos partes tienen sus pros y sus contras, una no es ni mejor ni peor que la otra, el problema viene cuando se eterniza el dominio de una sobre la otra. Lo ideal, es encontrar el equilibrio entre estas dos propiedades.
Éste es uno de los propósitos de la práctica del Tai Chi, la toma de conciencia de cada una de ellas, la repercusión que produce en nuestra mente (miedo, insomnio, ansiedad, malhumor, apatía…) y en nuestro organismo (sudores, palpitaciones, malas digestiones, bruxismo, entumecimiento muscular y articular…), lograr trascenderlas e integrarlas en nuestra persona, para así obtener las virtudes que nos ofrecen.
Tener herramientas para manejar estas emociones nos puede ayudar en muchos aspectos de nuestra vida, más aún si constantemente nos vemos sometidos al juicio de pruebas, exámenes y eventos de esta índole.
Como bien afirma Ken Wilber en su libro “Conciencia sin fronteras”, explicado de una forma más extendida que me permito la licencia de resumir, “una buena conciencia mental y emocional pasa por una buena conciencia corporal”.
De este modo, con un trabajo físico minucioso y una hábil escucha interior, el Tai Chi emprende su camino hacia el equilibrio y la excelencia.
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